Carlos Morales Sánchez
Las celdas donde se encuentran privados de la libertad, son reducidas. Duermen sobre colchonetas donde cada uno lee la Biblia. Tienen a la vista las hermosas montañas azules de Santiago Tlazoyaltepec. Todos los días, reciben la visita de sus familiares y salen a limpiar la explanada y la cancha municipal. Hacen deporte continuo. El médico que los revisó hizo constar un estado normal de salud.
“Los estudiantes que pasan por la calle nos miran y nos gritan “ratas, devuelvan el dinero” y eso no nos gusta” expresó uno de los sentenciados.
A pesar de que ya es medio día, el aire frío se mete debajo de las chamarras. Salimos muy temprano de la Ciudad de Oaxaca para poder llegar a las once a Santiago Tlazoyaltepec. Son 45 los kilómetros que separan al pueblo mixteco, ubicado en el Valle Eteco, de la Verde Antequera. “Antes el viaje era de cuatro horas—dice el presidente municipal quien viste al estilo norteño y sobrero negro— ahora con el camino artesanal de AMLO hacemos una hora y media”.
En una primera parada saludo al magistrado Enrique Cordero, al doctor Rodolfo Moreno y a la maestra Nidia Esteva, directora de derechos humanos del Tribunal.
La plaza central de Tlazoyaltepec está rebosante, parecía una fiesta. Una babel mixteca y algunas protestas por el retraso. Después de las eternas presentaciones del presídium el magistrado Enrique Cordero dirigió la asamblea.
Ya no cabe nadie en la plaza. Vienen de todas las agencias municipales, Loma Larga, El portezuelo, El gachupín, Llano grande, Loma Colorada. Las intervenciones se extienden. Las firmes palabras en mixteco llenan la plaza. Por el traductor entendemos su sentir: “No somos gente mala, jamás les hemos pegado o torturado.” “Los cuidamos y procuramos que estén bien, pero se robaron el dinero de nuestros hijos”. “Devuelvan el dinero y los soltamos.”
Las tres personas privadas de la libertad hablan en mixteco. Refieren que confiaron en una empresa que les pidió depositaran el dinero. La asamblea del pueblo de Tlazoyaltepec, en febrero de 2022, los sentenció a 20 años de prisión porque refieren que les robaron 12 millones 886 mil pesos al pueblo. Y los mantiene encerrados en la cárcel municipal.
La asamblea del pueblo solicitó a la Sala de Justicia Indígena la convalidación de la sentencia impuesta por el pueblo e inició un juicio para lograr ese objetivo. Por eso aquella mañana de marzo, la justicia dejó las oficinas de Ciudad Judicial y se dirigió a las montañas.
La Sala de Justicia Indígena del Tribunal Superior de Justicia está de fiesta: acaba de cumplir siete años. En esta sala se han dado grandes avances a favor de la jurisdicción indígena. Basta saber que las agencias municipales han acudido a esta sala a demandar a las cabeceras que no les dan las participaciones. Y es emblemático el Caso de Suchixtlahuaca, sentencia que fue convalidada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Y que bueno que los cumpla revolucionando la justicia en México contribuyendo a una justicia intercultural, donde se materialice lo que la Constitución establece: que los pueblos indígenas tienen el derecho a darse su propia justicia.
En Litigio Estratégico Indígena A.C. deseamos una larga vida a la Sala Indígena y que siga generando a través de sus resoluciones la justicia intercultural que tanto necesitamos.
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